viernes, 23 de febrero de 2018

No tenemos nada, estamos solas.

Una noche cualquiera, una noche maldita,
me ganaron las lágrimas, me ganó el dolor;
me pesó mi soledad, me faltó tu hombro.

No tenía a nadie, no tendré a nadie,
pasaré una y mil noches como esas.

 Se acercó la pequeña y me preguntó,
¿Por qué lloras?
Fui una estúpida y le respondí:
-No tengo nada solo sé que estamos solas y no tenemos nada.
-Pero, mamí, tenemos dinero.
-Tener dinero no cuenta en esta vida.

Ella se retiró de la habitación
sin comprender aquella respuesta.
Al día siguiente se me acercó y me dijo:
- Ya no te pediré tantas cosas para que no llores por dinero.
Preferí callar y darle un beso.

Evito llorar, evito pensar en lo que nos pasa.
Pero esas noches son inevitables.
A veces me imagino que llamo a alguien
que le cuento mi dolor,
que él me dice, ven conmigo y te abrazaré.
Cuentas conmigo.

 Sueño que tomo mis cosas y me preparo para verlo,
en el sueño todo es perfecto.
Un día soleado, una sonrisa de oreja a oreja,
imagino tu rostro al verme llegar.
Anhelo el abrazo que me prometiste.

Pero de repente suena el despertador,
el día está nublado y tú no existes.

La vida sigue su curso.
No tenemos nada, estamos solas.











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