el deseo deja de ser incierto
localizo mi victima,
inicia el movimiento de caderas.
Una cama rechina
varios gemidos,
tu voz ronca,
el cuerpo se reclina.
El placer envidia ese momento
siento que subo una colina,
por poco toco el cielo.
Las caderas no paran
no piensan parar,
parece que la cama va a ceder.
Tu voz tan cansada,
los gemidos tan lejanos,
el sudor empieza a brotar.
En la habitación hay dos cuerpos
vencidos y heridos por el placer,
ya no sale de esa puerta el olor a placer.
Todo tan cotidiano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario